En Revista de Letras, Jordi Pacheco escribe que esta
biografía se lee como una novela. Aunque Lispector llegó a Brasil con apenas
unos meses de vida, su familia (padre, madre y dos hermanas) sufrieron los
terribles pogromos contra los judíos durante las primeras décadas del siglo XX,
las hambrunas y las epidemias, que provocaron la muerte y el éxodo de cientos
de miles de judíos ucranianos. Moser repasa aquellos años devastadores que
marcaron a sangre y fuego la vida de los Lispector. En una de aquellas masacres,
en Haisin, el pueblo donde residía la familia, la madre de Clarice, Mania, una
mujer que en tiempos de paz y prosperidad había sido elegante y majestuosa, fue
violada por un grupo de soldados rusos y contrajo sífilis, una enfermedad que
le llevó a una muerte lenta y dolorosa cuando la familia ya estaba instalada en
Brasil.
Aunque Clarice no vivió las adversidades que le tocaron a su
familia en Ucrania y tuvo una infancia relativamente normal pese a la prematura
muerte de su madre, nunca encontró, tal como escribió, “sosiego para apagar las
amarguras del corazón”.
“Escribo como si fuese a salvar la vida de alguien”, confesó
Clarice Lispector en el último libro que escribió (Un soplo de vida): “Probablemente mi propia vida”.Benjamin Moser (Houston, Texas, 1976), columnista en The New York Times Review y experto en la obra de esta escritora brasileña, por quien siente una verdadera fascinación, ha editado y traducido al inglés buena parte de sus obras antes de emprender esta enorme biografía bajo el título "Por qué este mundo" (Ediciones Siruela, 2017).
Colección:Biblioteca Clarice Lispector 12; ISBN:978-84-17041-51-9
"Durante tres días de septiembre de 1966 los médicos estuvieron
a punto de amputarle la mano derecha. La mano con la que escribía. Los dedos y
las palmas y los tendones y la muñeca habían sufrido quemaduras de tercer
grado, como las piernas y otras partes de su cuerpo. Las dos adicciones de
Clarice Lispector se habían finalmente cruzado a sus cuarenta y seis años: las
pastillas para dormir le habían hecho efecto cuando todavía no se había
consumido su último cigarrillo. El humo la despertó a las tres y media de la
mañana en su apartamento de Río de Janeiro y su primer impulso fue intentar
salvar sus textos. Con las manos. A partir de entonces solamente podría
escribir a máquina".
Fuente: Jorge Carrión. The New York
Times.