miércoles, 25 de noviembre de 2020

Historia de Miércoles: Robert Louis Stevenson y Fanny Osbourne, amor y aventura.


Robert Louis Stevenson y “Fanny” Van de Grift Osbourne, se las arreglaron para desafiar la moral victoriana con una vida itinerante, de amor y aventuras. Él, hijo único, escocés, y escritor tuberculoso, sin un penique, siguió por mar y tierra a esta mujercita menuda y fuerte, casada, madre de una niña y un niño y… norteamericana.



Stevenson  nació y creció en Edimburgo, hijo único de Thomas, ingeniero, y de Margaret, la menor de trece hijos de un reverendo, siempre recordó la influencia de su niñera escocesa, Ms. Cummings, a quien llamaba Cummy, que le contaba cuentos de terror. Los padres toleraron su falta de apego al estudio; pero se alarmaron cuando descubrieron que había perdido la fe, aunque no se enteraron de su afición por las prostitutas. Luis se derrumbó y fue enviado a recuperarse al sur de Francia. 



Fanny era pequeña y bonita, con rizos oscuros, ojos negros y boca firme.  Se había casado a los 17 años, con el apuesto Sam Osbourne, con quien tuvo tres hijos: Isobel, Samuel Lloyd y Harvey. Harta de las infidelidades del marido, se embarcó para Europa con sus niños, dispuesta a estudiar arte. En París, la muerte de Harvey la devastó y le recomendaron que fuera a Grez-sur-Loing, cerca de Barbizon, para recuperarse.  Ese verano Fanny conoció a Robert Louis Stevenson y no tardaron el convertirse en amantes; pero ella tuvo que regresar a América a reclamar alimentos para sus hijos.  Él, flaco, tosiendo, desesperado, la siguió, en barco y en tren, y fue descubriendo América en el camino. Insistió hasta que ella se divorció de Osbourne y finalmente se casaron en San Francisco.   




Para Stevenson, Fanny fue la mejor nota de su bitácora con mujeres mayores. Y para ella, seguramente el amor fue el único argumento para casarse con un escritor enfermizo y empobrecido. Por un tiempo llevaron una versión extrema de la vida: ella aprendió a armar sus propios cigarrillos, era capaz de sacar una pistola y usarla, y hasta fabricó sus propios muebles. Fanny también se hizo tiempo para mejorar la escritura de Louis con sus críticas francas pero amorosas: lo persuadió para que reescribiera "Dr.Jeyll y Mr.Hyde” y el resultado lo confirmó como autor de algo más que relatos de viajes e historias para niños como "La isla del tesoro” que él escribió para Lloyd, a quien consideraba su hijo.




Iniciaron una vida itinerante que era el sueño de los escritores de la época: vivieron dos meses en una barraca del campamento minero abandonado de Silverado. Allí Fanny pintó y Stevenson escribió The Silverado Squatters, algo así como “Los ocupas de Silverado”. Cuando decidió que su marido necesitaba los mares del sur para mejorar su salud, Fanny alquiló un barco y convenció a su suegra viuda para que los acompañara. En Samoa, donde en 1889 compraron una propiedad llamada Vailima, Fanny hizo construir una vivienda en el desierto y el autor de “La Isla del Tesoro” pudo cumplir el sueño de vivir en su propia isla. Pero la vida en Vailima no fue tan idílica: Fanny, que ya había sufrido enfermedades nerviosas, se volvió cada vez más difícil y Stevenson, aunque ganaba más que nunca, estaba preocupado por el dinero.




El 3 de diciembre de 1894, Stevenson escribió ficción por la mañana, cartas por la tarde y murió por la noche.  Estaba ayudando a Fanny a hacer mayonesa, añadiendo el aceite gota a gota, cuando se desvaneció.  Al amanecer del día siguiente, los samoanos cortaban  un camino por la ladera del monte Vaca con cuchillos y  hachas.  Esa tarde llevaron en hombros su ataúd  a la cumbre.



Fanny vendió la casa y regresó a California.  Construyó casas en San Francisco, Gilroy y Santa Bárbara y dedicó el resto de su vida a promover las obras de Stevenson. Se cuenta que atrajo a los hombres hasta el final de sus días: su último amante conocido, cuando tenía 58 años, era un artista de San Francisco de 30. Su sucesor, Ned Field, tenía 23 años; la acompañó durante los últimos 10 años de su vida. El 18 de febrero de 1914, Fanny murió pacíficamente en su casa Stone Hedge en Santa Bárbara. Isobel llevó sus cenizas a Samoa y las enterró junto con las de su marido.



Fuentes:  

Alexandra Lapierre: A Romance of Destiny
Brenda Maddox: La mujer de los ojos ardientes.
Nancy Horan: Sotto un inmenso cielo di stelle
(una traducción preciosa que agradezco a Marcela Cultraro).























 

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