Amó mucho y la amaron muchos. Con su primer marido agitó al tout París desde La Revue Blanche: su imagen en las tapas diseñadas por Toulouse-Lautrec hasta hoy son a prueba de indiferentes; el segundo, mandó construir un yate de 35 metros al que llamó Aimée, como se pronuncian en francés las iniciales de Misia Edwards.
En honor a su tercer intento matrimonial la conocemos como Misia Sert, la protectora de Stravinsky, amiga de Cocó Chanel, musa de Renoir, modelo de Toulouse-Lautrec, alumna del pianista Gabriel Fauré, inspiración de Marcel Proust, madrina de un hijo de Picasso, amiga de Mallarmé, Diaghilev y Valéry, la mujer que iluminó las vidas y las obras de los mayores artistas de su tiempo.
En París, la belleza de Misia, combinada con una actitud casquivana, y “tan iconoclasta”, la llevó a navegar a toda vela en el estilo libre de la bohemia de fines del siglo XIX que parecía no tener fin. Era “intuitiva, camaleónica, persuasiva; genial en la perfidia y refinada en la crueldad”, según su amigo Paul Morand: “En Misia hay algo de todas las mujeres y en toda mujer hay una Misia”.
El Hotel Meurice, adonde había ido a vivir la pareja, luego de la venta del apartamento de Misia del Quai Voltaire, decorado por Bonnard, era el “centro de operaciones” cuando conocieron a una desconocida Gabrielle Chanel: le pulieron el gusto, la llevaron de viaje por Europa y le dieron acceso al gran mundo y al ambiente de Diaghilev, mientras Sert le decoraba el apartamento de la rue Cambon. Ella retribuyó con una amistad con altibajos pero que llegó hasta hacer el traje mortuorio de Misia y... le dedicó este perfume.
Una historia maravillosa hasta que él conoció a la princesa, apodada Rusy: una hermosa mujer, como toda seductora, insoportable. Al mismo tiempo que era amante de Sert exigía que Misia se quedara con ella hasta que se durmiera –tenía insomnio y estaba tuberculosa–. Dicen que quemaba las sábanas con cigarrillos encendidos, que espiaba al matrimonio mientras hacía el amor y, cuando logró quedarse con el marido, Misia tuvo que soportar hasta que Sert le pidiera consejo sobre el regalo de bodas para Rusy: “¿Un collar? ¿Un anillo de brillantes? ¿Algo de Lalique?”
Abandonada por Sert, Misia entró en un torbellino de decadencia y adicciones. Cuando él murió tomó como amante al secretario de Sert y le dictó unas memorias más noveladas que reales. Chanel acabó siendo su dama de compañía y después de haber compartido morfina y confidencias, la vestirá en el lecho de muerte en 1950.
Fuentes:
París era Misia. Isabel Margarit (La Esfera de los Libros).
Misia Sert, musa y mecenas. Grupo Editorial Cosas.
Misia. Memorias. Tusquets.
Misia. Arthur Gold y Robert Fitzdale. Edit. Destino