miércoles, 16 de diciembre de 2020

Historia de Miércoles:Emilia Pardo Bazán, el amor gallego de Benito Pérez Galdós


“Ven a tomar posesión de estos aposentos escultóricos. Aquí está una buitra esperando por su pájaro bobo, por su mochuelo”.

“Te beso un millón de veces el pelo la boca y el pescuezo.”


“Sí, yo me acuesto contigo, y me acostaré siempre, y, si es para algo execrable, bien, muy bien, sabe a gloria…”


“En un minuto te puedo dar más bienes y alegrías que nadie. ¿Qué, no has sido feliz estas últimas tardes?...




Si quieren literatura erótica, lean “Miquiño mío, cartas a Galdós” (Turner), un libro que atesora las cartas que la escritora gallega Emilia Pardo Bazán le escribió al escritor canario Benito Pérez Galdós, durante los tres años en que fueron amantes. “Te como un pedazo de mejilla y una guía del bigote”. “Yo haría por ti no sé qué barbaridad”. “En cuanto yo te coja, no queda rastro del gran hombre”. “En prueba te abrazo fuerte, a ver si de una vez te deshago y te reduzco a polvo”.

Entre 1888 y 1890 escribía ella: “Le hemos hecho la mamola al mundo necio, que prohíbe estas cosas…”



Por su parte, unas cien cartas que Pérez Galdós le escribió a su amante permanecen guardadas por sus herederos tal vez por fogosas, llamando a los pudores de la familia. "Eran cartas subidas de tono, no eróticas, pero sí contenían comentarios que podían resultar excesivamente fogosos para la época. En una de ellas leí que Galdós le decía: “estoy deseando volver a verte para comerte los pechos”, señala un anticuario madrileño que dice haberlas visto de puño y letra. Otras veces, como en las cartas de “Tristana” él nos deja saboreando el lenguaje de los enamorados: “Miquina, ¿la jacemos? Quiéreme, quiéreme mucho, que todo lo demás es música”. Es lo mismo que le escribía a Benito Pérez Galdós la apasionada Emilia Pardo Bazán. Y lo que él puso en boca de Fortunata: “Porque yo, a quien me quiere como dos, le quiero como catorce”.



Los biógrafos coinciden en que llevaron una agenda pública (de cartas, almuerzos y citas) y otra secreta, en falsos encuentros callejeros, en carruajes, en habitaciones prestadas.... En 1888 se vieron en Barcelona durante la Exposición Universal y aunque su relación era íntima, doña Emilia no se privó de un “amor fou” con un admirador que se convertiría en un gran mecenas: José Lázaro Galdiano. En recuerdo de aquellos días Pardo Bazán le regalará un poemario encuadernado con la piel de uno de sus guantes. Se lo confesó a Galdós: “Un error momentáneo de los sentidos”; y él la perdonó.



Según la información que aparece en la web de la RAE, hay allí 38 cartas que Pardo Bazán envió a Pérez Galdós bajo el título: Correspondencia amorosa de “una célebre escritora con otro famoso novelista”. Parece que a la Real Academia le da pudor ponerles nombres y apellidos a estos amantes.



Según cuenta su biógrafo Pedro Ortiz-Armengol, Galdós, mujeriego impenitente  pero celoso al fin, se desquitó seduciendo a Lorenza Cobián, una asturiana atractiva y analfabeta que aprendió a leer 

estimulada por aquel romance. Con ella tuvo una hija, María Galdós Cobián.

Según su amigo Ramón Pérez de Ayala, Galdós (aquí en un retrato de Sorolla) era descuidado en el vestir, tenía siempre entre los dedos un puro a medio fumar y su perro alsaciano por compañía. 




En España han clausurado el Año Galdós con una lectura dramatizada de las cartas que intercambiaron Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós en la transición del siglo XIX al sigo XX. El 2021 será el momento para recordar a la gran autora gallega en el centenario de su fallecimiento.





 

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Historia de Miércoles: Las Chicas que amó Franz Kafka

 


Gerti Wasner

De la primera relación de Kafka con una mujer dice que coincidieron en Zuckmantel (Silesia), en los veranos de 1905 y 1906. “Ella era una mujer y yo un muchacho” [...] excepto en las cartas, nunca he tenido con Felice esa dulzura de la relación con una mujer amada que tuve en Zuckmantel y en Riva”. De la primera se dice que era una tendera checa, con quien habría debutado en uno de esos veranos; la muchacha de Riva, un balneario junto al lago de Garda, era Gerti Wasner.



Kafka conoció a Felice Bauer el 13 de agosto de 1912 en casa de la familia de Max Brod y entre el 20 de septiembre de 1912 y el 16 de octubre de 1917 le escribió más de quinientas cartas. Kafka quería casarse con ella: se comprometió dos veces y rompió otras tantas. Llegó a escribirle dos y tres cartas por día... pero después de los primeros meses de explosión amorosa y rapto epistolar, se dio cuenta de que ella no entendía su literatura.



Kafka estaba enamorado de la literatura, pero también se sintió atraído por dos actrices del teatro yiddish, de forma muy platónica, al que le siguieron algunas aventuras que derivaron en misterios como la historia que tuvo con Grete Bloch, que fue su amante cuando estaba comprometido con Felice (de quien era amiga) y que aseguró en una carta haber tenido un niño con él –sobre el que, supuestamente, el escritor no sabría nada– y que dio en adopción. También le habría echado el ojo a Fanny Reiss, una alumna de su amigo Max Brod en la escuela para refugiados judíos.



En 1919 conoció a Julie Wohryzek en la pensión Südel de Schlesen, en el Tirol italiano. Casi no hay datos. Muchas cosas habían cambiado para él, incluido su temor a formar una familia. Se lo decía a esta muchacha judía con quien se comprometió por tercera vez y a quien explicó que nada le parecía “más deseable” que el matrimonio. Kafka tenía en ese momento 36 años y fue su padre quien le sugiriera que si lo que quería era sexo podía buscarlo en un burdel. Así nació la Carta al padre, dolorosa como pocas en la literatura universal.



Así que la relación duró apenas un año, si bien el escritor ya había conocido a una mujer fundamental. Fue en Merano, donde Kafka aliviaba sus problemas pulmonares. Él tenía treinta y siete años, ella veinticuatro. Era Milena Jesenská. Esta periodista, casada y de espíritu libre, conoció a Franz en 1920. Aunque él le insistió una y otra vez en que abandonara a su marido, nunca lo hizo. Vivieron una relación intensa durante dos años. Kafka inició su aproximación como siempre, por carta. Llegó a escribirle: “Me parece a veces que nosotros, en vez de vivir juntos, tendríamos tranquilamente que acostarnos juntos para morir”. 



Minze Eisner tenía 18 y convalecía de una larga enfermedad cuando Kafka, que en esos momentos estaba escribiendo su Carta al padre, la conoció. De nuevo cartas. Finalmente en 1923, en Müritz, en el Báltico,  conoció a Dora Dymant, su último “amor”. Tenía veintiún años y era hija de una familia jasídica de Europa del Este. No lograron casarse, el rabino lo desaconsejó alegando el grave estado de Kafka  A las cuatro de la mañana del 3 de junio de 1924 Dora se asustó al ver que Kafka, que tenía una avanzada tuberculosis de laringe, no podía respirar: llamó al médico; pero ya no hubo nada que hacer. Descansa en el nuevo cementerio judío de Praga, en el barrio de Strasnice, junto a sus padres y sus tres hermanas, que murieron en los campos de exterminio nazi.


Fuentes:

 Reiner Stach, Kafka. Los años de las decisiones (Siglo XXI, 2003)

Glatzer, Nahum N., Los amores de Franz Kafka.

Padilla, Rodrigo, Franz Kafka y su lado más apasionado.

 


miércoles, 2 de diciembre de 2020

Historia de Miércoles: La Musa del Arquitecto, pasión y muerte.

 Todo empezó en 1903, a poco de qué Edwin y Mamah Cheney encargaran la construcción de su casa a un arquitecto vecino, Frank Lloyd Wright. Ella se sentía agobiada por las obligaciones domésticas y tenía unas ganas bárbaras de volar. Frank Lloyd Wright era un seductor impenitente y un dandy: no salía a la calle sin su traje perfectamente planchado, su corbata y su boina que estuvo de moda a mediados del siglo XIX hasta los primeros años del XX. Los personajes cantados para encender una historia.



Para Wright su matrimonio con la discreta Catherine Lee Tobin (Kitty) y sus  seis hijos “minaban su vena creativa”. Y cuando el vecino le encargó un trabajo y conoció a la esposa... su instinto de cazador hizo lo suyo: Wright encontró en Martha Borthwick Cheney, apodada Mamah Cheney lo que su mujer ya no le ofrecía. Mamah tenía dos hijos pero estaba sedienta de volar en libertad. Fueron amantes furtivos hasta que no pudieron más y revelaron el romance a sus respectivas parejas. Fue un escándalo que excitó a los periódicos: según el Chicago Tribune Catherine Lee Tobin, esposa del arquitecto Frank Lloyd Wright, había sido víctima de una seductora "vampiro". Mientras, inquieta y empapada de las ideas del movimiento sufragista, Mamah abandonó a su marido y a sus dos hijos y se mudó a Colorado con una amiga para alejarse de los vecinos implacables. Meses después Wright dejó también a Kitty, se reunió con su amante en Nueva York y juntos tomaron un barco a Europa. 


Berlín fue la consagración de Wright; y Florencia una inspiración para más proyectos. Martha ingresó a los círculos intelectuales de la época y conoció a Ellen Key, la pensadora feminista sueca: se hicieron amigas y tradujo algunos de sus libros, como Amor y matrimonio donde Key denuncia la dependencia económica de las mujeres, pide reconocer el lugar del sexo en el amor y del placer sexual de la mujer, ante la escandalizada sociedad europea del momento. Imposible ignorar el escenario: los Estados Unidos de la época y la Europa de las vanguardias, la controvertida personalidad de Frank Lloyd Wright y la lucha de Mamah Cheney, obligada por la vida a jugarse como madre, esposa, amante e intelectual, que abrazó el feminismo y también se animó a cuestionarlo.


Un año después, cuando las habladurías se tranquilizaron, los amantes  regresaron a Estados Unidos y él se puso a trabajar en la casa que había imaginado para vivir con Mamah el resto de su vida. “No se parecerá a nada que hayáis visto antes. Será una casa que respete todos los principios que han dado sentido a la arquitectura desde que esta existe”, declamaba. Debajo de la cima de una colina en Spring Green, Wright diseñó una casa aislada que llamó "Taliesin", o "frente brillante", nombre que alude a un incubo que habría dado vida a Merlín, según algunos; o a un chamán druida, según otros. Taliesin, una vivienda construida con piedra caliza local, fue la culminación del estilo de la pradera. Según todos los informes, Wright y Cheney vivieron allí felices durante tres años, ganando lentamente a los vecinos. Fueron tiempos muy productivos:Wright trabajó en los jardines de Midway, en Chicago, y Mamah, tradujo cuatro libros de Ellen Key. Hasta el 15 de agosto de 1914



El 15 de agosto de 1914 fue el día de una de las matanzas que conmocionó a todo Estados Unidos. Una precuela de lo que le pasó a Roman Polanski, cuando SharonTate y otros amigos que estaban con ella fueron asesinados por el clan  Manson el 9 de agosto de 1969. Wright estaba de viaje en Chicago, muy lejos de Taliesin, donde estaba Mamah Cheney con sus dos hijos. Los de él vivían con la madre. Una vida reconstruida por dos que se amaban sin prejuicios. Hasta que un empleado de la casa, avisado que sería despedido, desató la tragedia. La primera víctima fue Mamah Cheney. El hombre abrió la puerta vestido  de punta en blanco y le sirvió la comida. Luego, parado detrás de la mujer, le partió la cabeza con un hacha. A los chicos, de ocho y doce años los persiguió hasta matarlos. Los empleados no corrieron mejor suerte: les sirvió el almuerzo y cerró la puerta, roció gasolina y encendió un fósforo. Murieron siete personas. Taliesin se fue convirtiendo poco a poco en un espectáculo dantesco.


Frank Lloyd Wright era un seductor irremediable que fascinaba a las mujeres. No salía a la calle sin su traje perfectamente planchado, corbata y un sombrero “porkpie”, de fieltro en invierno, y otra versión ligera para el verano: era una de sus señas de identidad. El mensaje que le habían pasado era escueto para evitarle males mayores. “Taliesin, consumido por las llamas”.Cuando llegó, completamente enajenado, se sentó al piano y comenzó a tocar Bach. 



Si te picó la curiosidad, T. C. Boyle,tiene un libro “Las mujeres”, con  la vida y amores del arquitecto Frank Lloyd Wright, uno de los iconos más controvertidos del siglo XX, Su finca de Taliesin, en el Wisconsin profundo, quemada dos veces y dos veces reconstruida, recibe oleadas de periodistas y turistas ávidos de anécdotas sobre la escandalosa vida amorosa de su dueño. Kitty, la primera esposa de Wright, está convencida de que las amantes de su marido solo son un espejismo. Martha «Mamah» Borthwick, una belleza que será asesinada por un criado. Y su segunda mujer, Miriam, ha de disputarse el trono del corazón del arquitecto con la sensual Olgivanna, una bailarina serbia que comparte con él una visión tempestuosa y turbulenta de la vida.


Fuentes:

Paul Hendrickson, Plagued by Fire The Dreams and Furies of Frank Lloyd Wright' (Knopf, 2019).

Nancy Horan: Amar a Frank

Thomas Coraghessan Boyle, Las mujeres

www.mcnbiografias.com

www.plataformaarquitectura.cl
















Historia de Miércoles:Emilia Pardo Bazán, el amor gallego de Benito Pérez Galdós

“Ven a tomar posesión de estos aposentos escultóricos. Aquí está una buitra esperando por su pájaro bobo, por su mochuelo”. “Te beso un mill...