“Ven a tomar posesión de estos aposentos escultóricos. Aquí está una buitra esperando por su pájaro bobo, por su mochuelo”.
“Te beso un millón de veces el pelo la boca y el pescuezo.”
“Sí, yo me acuesto contigo, y me acostaré siempre, y, si es para algo execrable, bien, muy bien, sabe a gloria…”
“En un minuto te puedo dar más bienes y alegrías que nadie. ¿Qué, no has sido feliz estas últimas tardes?...
Si quieren literatura erótica, lean “Miquiño mío, cartas a Galdós” (Turner), un libro que atesora las cartas que la escritora gallega Emilia Pardo Bazán le escribió al escritor canario Benito Pérez Galdós, durante los tres años en que fueron amantes. “Te como un pedazo de mejilla y una guía del bigote”. “Yo haría por ti no sé qué barbaridad”. “En cuanto yo te coja, no queda rastro del gran hombre”. “En prueba te abrazo fuerte, a ver si de una vez te deshago y te reduzco a polvo”.
Entre 1888 y 1890 escribía ella: “Le hemos hecho la mamola al mundo necio, que prohíbe estas cosas…”
Por su parte, unas cien cartas que Pérez Galdós le escribió a su amante permanecen guardadas por sus herederos tal vez por fogosas, llamando a los pudores de la familia. "Eran cartas subidas de tono, no eróticas, pero sí contenían comentarios que podían resultar excesivamente fogosos para la época. En una de ellas leí que Galdós le decía: “estoy deseando volver a verte para comerte los pechos”, señala un anticuario madrileño que dice haberlas visto de puño y letra. Otras veces, como en las cartas de “Tristana” él nos deja saboreando el lenguaje de los enamorados: “Miquina, ¿la jacemos? Quiéreme, quiéreme mucho, que todo lo demás es música”. Es lo mismo que le escribía a Benito Pérez Galdós la apasionada Emilia Pardo Bazán. Y lo que él puso en boca de Fortunata: “Porque yo, a quien me quiere como dos, le quiero como catorce”.
Los biógrafos coinciden en que llevaron una agenda pública (de cartas, almuerzos y citas) y otra secreta, en falsos encuentros callejeros, en carruajes, en habitaciones prestadas.... En 1888 se vieron en Barcelona durante la Exposición Universal y aunque su relación era íntima, doña Emilia no se privó de un “amor fou” con un admirador que se convertiría en un gran mecenas: José Lázaro Galdiano. En recuerdo de aquellos días Pardo Bazán le regalará un poemario encuadernado con la piel de uno de sus guantes. Se lo confesó a Galdós: “Un error momentáneo de los sentidos”; y él la perdonó.
Según cuenta su biógrafo Pedro Ortiz-Armengol, Galdós, mujeriego impenitente pero celoso al fin, se desquitó seduciendo a Lorenza Cobián, una asturiana atractiva y analfabeta que aprendió a leer
estimulada por aquel romance. Con ella tuvo una hija, María Galdós Cobián.
Según su amigo Ramón Pérez de Ayala, Galdós (aquí en un retrato de Sorolla) era descuidado en el vestir, tenía siempre entre los dedos un puro a medio fumar y su perro alsaciano por compañía.
En España han clausurado el Año Galdós con una lectura dramatizada de las cartas que intercambiaron Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós en la transición del siglo XIX al sigo XX. El 2021 será el momento para recordar a la gran autora gallega en el centenario de su fallecimiento.